domingo, 8 de noviembre de 2020

III.- Carlos Augusto Salaverry, EL MÁS GRANDE POETA ROMÁNTICO

Sus críticos han dicho que Salaverry hizo con el verso, lo que el gran Castelar con la palabra y Flamarión con la astronomía. Lo ha enriquecido esmaltándolo con los colores del iris, dándole la sonoridad e inefable de la cadencia del alma revistiendo con la púrpura aristocrática que Apolo solo brinda a los verdaderos poetas; y ha hecho por último de la estrofa, no el vehículo de vulga­res pensamientos, sino el carro diamantino de generosas ideas y nobilísimas aspiraciones, su deslumbrante espectro recorre todas las cuer­das de la lira, arrancándole cantos a Dios, a la humanidad, a la patria, a la familia y al amor y el no escribió obedeciendo a ningún sistema por­que no tuvo una cultura para ello. Poeta genial y espontáneo no circunscribe su osado vuelo en el círculo estrecho de ninguna escuela.

Canta, como han catando siempre los grandes poetas, las maravillas de la creación y los misterios del alma. En sus poesías no prevalece ni el escéptico ni el creyente, sino que simultá­neamente se ve surgir en el dilatado camino de la vida llena de fe en sus horas de prosperidad y dicha; pero también abrumado por la duda y hasta modulando el irónico vocablo del ateo, en sus noches de desgracia y desesperación infini­ta.

Dos mujeres constituyen fuente inagotable de inspiración para sus mejores versos. Ellas fueron Mercedes Felices e Ismena Torres. Con la primera se casó, pero ella lo traicionó dejando en su alma un sello perpetuo de amargura.

Posteriormente el poeta se enamoró perdi­damente de Ismena Torres, pero como era lógico suponer los padres de esta se opusieron a toda relación y enviaron a su hija a Europa.

La separación afectó grandemente al sensi­ble espíritu del poeta.

Cuando los años pasaron y su vida declinaba, y logrando la separación definitiva de Mercedes Felices se casa en París, pero de inmediato aparece los síntomas de la parálisis que años más tarde terminarían conduciéndolo a la tumba.

Salaverry incursionó en el teatro y de hecho sus primeras obras fueron de ese género asistiendo a la representación de varias de ellas y gozado grandemente con la acogida que el público le dispensaba.

Sin embargo, los críticos aseguran que salvo "Atahualpa" el resto carecían de valor.

Es posible que la comparación se haya he­cho con sus versos incomparables.

La primera obra teatral fue "Arturo" ya ella siguió "Atahualpa" en 1854. En 1857 apareció "Abel o el pescador americano" y "El bello ideal" un drama en cuatro actos. En 1859 "La escuela de las limeñas" y en 1861 "El amor y el oro".

Sus obras poéticas se refieren principalmen­te a tres libros aun cuando tuvo una gran canti­dad de versos publicados en revistas y periódi­cos de la época.

Salaverry, lado derecho

"Diamantes y Perlas" fue editado en Lima en 1869 y "Albores y Destellos" en París en 1871. En la misma ciudad "Cartas a un ángel".

En cuanto a su trayectoria militar y política, se puede anotar que en 1853 era teniente y 1855 era capitán cuando el coronel Manuel Ignacio Prado se sublevó en 1865 en Arequipa contra el tratado Vivanco Pareja, contó con la adhesión del sargento mayor Carlos Augusto Salaverry, el cual participo el año siguiente en el combate "Dos de Mayo" luego secundó a Balta contra el coronel Prado en la rebelión de Chiclayo en 1867 y en 1869 es nombrado secretario de le­gación lo que le permitió recorrer Estados Unidos, Inglaterra, Francia e Italia, siendo su residencia habitual Paris y ahí estaba cuando el presidente Manuel Pardo suprime el cargo y Carlos Augus­to queda en 1872 en la ciudad Luz sin medios de subsistencia. Sin embargo, continuaba en Fran­cia en medio de la miseria queriendo en ciertos momentos suicidarse; hasta que en 1878 retor­no al Perú. Al estallar la guerra con Chile secun­dó al presidente García Calderón en 1881, pero en 1883 retorna a Paris en donde contrae matrimonio. Es una etapa feliz pero breve de su vida, pero recorre Italia, Suiza y Alemania. Eso era en 1885 y casi al terminó del viaje aparecen los síntomas de la parálisis que seis años más tarde lo llevaría a la tumba.

Su alma siempre torturada y sensible expre­san a través de sus versos los estados cambian­tes de su espíritu. Fue el amor, una de las fuentes más importantes para su inspiración traducién­dose en unos casos en apasionadas estrofas para luego al tener que enfrentar los primeros desengaños y las crueles realidades de la vida se produce una especie de sangrante y desesperado estallido de todos sus sentimientos.

Ismena Torres una de las más grandes obsesiones de su vida, y que sin duda fue una fuente constante de versos llenos de pasión y felices unos y con una profunda dosis de amargura otros, le inspiro el siguiente soneto:

A UN RETRATO

"¡Sombra inmóvil!" Te miro a todas horas;
y nunca a verme tu semblante giras;
cuando suspiro yo, tu no suspiras
cuando mis penas lloro, tú no lloras!     

A veces, con las galas seductoras
de pureza y candor, mi musa inspiras;
más luego, al contemplar que no me miras,
rompo las cuerdas de laúd sonoras!

Si amor que nada pide, nada espera,
hacer pudiese a tu virtud agravios,
perdón pidiera a tu beldad, de hinojos;
y cuando esta ilusión conmigo muere,
tendré un suspiro de tus dulces labios
o alguna perla de tus bellos ojos!"

El Dr. Luis Alberto Sánchez en su gran obra "La literatura peruana" al referir a Salaverry como el más grande de los poetas románticos entre otras cosas dice:

"Predomina en Salaverry el tono elegiaco nadie podría negar la delicadeza la suave melancolía que imprime indudable aristocracia sus más vulgares lamentos. El recuerdo -ACUERDATE DE MI- por ejemplo, refleja muy bien esa actitud suya triste y calurosa ante la vida”:

¡Oh!, cuanto tiempo silenciosa el alma
mira en redor su soledad que aumenta
como un péndulo inmóvil, ya no cuenta
las horas que se van,
ni siente los minutos cadenciosos
al golpe igual del corazón que adora,
aspirando de la magia embriagadora
de tu amoroso afán!

Hasta aquí lo publicado por el Dr. Sánchez pero no podemos ceder a la tentación de conti­nuar el verso.

Ya no late, ni siente, ni aún respira
petrificada el alma allá en lo interno:
tu cifra en mármol con buril eterno
queda grabada en
mí!

Ni hay queja al labio ni a los ojos llanto;
muerto para el amor y la ventura,
está en tu corazón mi sepultura
y el cadáver aquí!

¡Oh! cuando vea en la desierta playa,
con mi tristeza y mi dolor a solas
el vaivén incesante de las olas
me acordaré de ti!

Cuando veas que un ave solitaria
cruza el espacio en moribundo vuelo
buscando un nido entre el mar y el cielo
¡acuérdate de mí!

Es el haber sido separado de su amada lo que arranca en Salaverry esos tristes lamentos al quedarse anclado en estas playas de Améri­ca mientras todo un océano los separa de su amada aferrándose a una última esperanza im­plora mantener el recuerdo, pero el tiempo y la distancia son los dos más grandes enemigos y cuando Ismena Torres retorna a la patria ya estaba curada de su mal de amores y se casa con Juan Antonio Noblecilla.

Ante ese nuevo golpe a Salaverry solo le queda como consuelo y refugio la poesía. Aferrándose a la imposible ya lo puramente espiri­tual exclama:

Dios te hizo para mí no es él tu dueño
sí es suyo el beso de tu dulce boca
es de tus labios, para mí el suspiro.

En febrero de 1870 estaba Carlos Augusto en Europa como adjunto a la delegación del Perú en Francia e Inglaterra. El viejo mundo lo des­lumbra y sobre todo París la ciudad Luz capital de la cultura mundial y obligado centro y meca de todos los poetas y artistas de la tierra. Por esa época aparecen dos de sus obras principales “Albores y destellos” y “Cartas a un ángel” pero en 1872 se producen graves sucesos en el Perú. El presidente Balta, protector de Salaverry deja el mando y es asesinado provocando una san­grienta reacción popular contra los hermanos Gutierrez los victimarios.

Asume entonces la presidencia, don Manuel Pardo que suprime el cargo de Salaverry y lo deja virtualmente en la calle.

Pero en 1878 en víspera de la guerra con Chile asume el poder un antiguo conocido el general Prado el cual facilita el retorno de Sala­verry al Perú en febrero de ese año.

Pero en lo físico, ya no era el poeta el hombre de antes. Los golpes de la vida le dejaron su marca indeleble y se apreciaba las huellas de una vejez prematura que se extendía también a su espíritu agobiado y cargado de desengaños.

Sus versos son entonces taciturnos y la vi­sión de la muerte se torna en una obsesión es como un hombre sin futuro.

Veamos una de las poesías melancólicas de Salaverry:

ILUSIONES

Venid a mí, sonriendo y placenteras
visiones que en mi infancia e idolatrado
¡Oh recuerdos! ¡mentiras del pasado!
¡Oh esperanzas! ¡mentiras venideras!
Ya que huyen mis lozanas primaveras
quiero ser por vosotras consolado,
en un mundo fantástico poblado
de delirios, de sombras y quimeras
Mostradme horrible la verdad desnuda
a los que roben, de su ciencia ufanos
a todo lo ideal su hermoso aliño:
pero apartadme de su estéril duda
y aunque me cubra de cabellos canos
dejadme siempre el corazón de un niño

La guerra con Chile también impactó profun­da en su espíritu. Consiente de la inferioridad militar del Perú hizo un llamado a los peruanos primero para enfrentar la guerra y más tarde la paz. Cantó a la gloria de Grau y resalta ros valores morales sobre los materiales.

En su canto a Grau se expresa de la siguiente manera:

GRAU

''Asciende hasta la historia, -le decía-
con nuevos lauros, tu nombre sella;
 menos confiado en tu propia estrella
que en tu alma de inmutable valentía”

A mi prosodia el héroe respondía: .
"Morir por nuestra patria es muerte bella;
cambiar mi vida por un triunfo de ella
será -si Dios me escucha- hazaña mía”

¡En la insólita lid colmó el deseo
de honrar su patria y de trocar su vida
por la inmortalidad del mausoleo!

Salvó el honor, perdiendo la victoria
y pensó al ver su nave destruida:
quien no espere triunfar muera con gloria.

Cayendo en la marítima celada
sin un bajel que en su defensa acuda.
sus fuegos rompe, aunque del triunfo duda.
la coraza era el todo, el valor nada.

La armadura, cual vidrio quebrantada,
la tropa ve estallar de asombro muda;
pero en la lid, desmesurada y ruda,
la enseña del Perú persiste izada.

¡Sucumbe Grau! En evidente calma,
otro envidia su muerte y se resigna
a la gloriosa herencia de aquella alma!

De su heroísmo es víctima expiatoria;
llega a todos la inmortal consigna:
quien no espere triunfar, muera con gloria.

Tras la derrota y la toma de Lima, Salaverry dio apoyo al gobierno de la Magdalena presidi­do por García Calderón hasta el destierro de este. Durante la ocupación hizo varios poemas buscando levantar patriotismo nacional en momentos en que la derrota hundía al país en la frustración y la amargura. Frente a un Perú des­truido que tras del desastre militar venía un desastre moral y perdida toda esperanza busca­ba lo poco que podría quedar de fe en las propias fuerzas espirituales de la patria no siguieran también el camino naufragio.

Enlaces

 

1891 – 9 de abril – 1991
Centenario del fallecimiento del poeta
CARLOS AUGUSTO SALAVERRY RAMÍREZ




Escrito de Reynaldo Moya Espinoza 
publicado en la guía provincial de Sullana,
editada en julio de 1991,
bajo la dirección de la profesora Ena Ognio de Silva