martes, 10 de noviembre de 2020

I.- Carlos Augusto Salaverry, EL PADRE Y NACIMIENTO

EL PADRE

El 7 de junio de 1829, cuando el general Gamarra se subleva y depone al presidente La Mar en Piura, se encontraba ocasionalmente en esa ciudad el Sargento Mayor Felipe Santiago Salaverry, que no obstante tener sólo 23 años era ya un veterano en las luchas de la Indepen­dencia y de los primeros 'años de la República. Salaverry, al igual que otro joven militar José Andrés Rázuri eran adictos al General La Mar, por lo cual expresaron su protesta en forma rui­dosa y notoria, decidiendo el arresto transitorio de Salaverry y su pronto retorno a la frontera con la Gran Colombia, en la zona de El Alamor en donde cumplía una misión en­comendada anteriormente en tiempos del general La Mar.

Sargento Mayor
Felipe Santiago Salaverry

Salaverry, ambicioso y audaz hasta la temeridad, fue como una centella que atravesó en forma breve y fugaz todo el territorio nacional, de uno a otro confín iluminándolo con sus hechos guerreros, para apagarse repentinamente en Socabaya.

En el agreste y quieto paraje de La Solana, donde cumplía tediosos días de guarnición, el joven militar conoció a Vicenta Ramírez hija de los hacendados de la región, con la cual tuvo apasionado romance, que dio como consecuencia, el nacimiento de un niño.

Felipe Santiago Salaverry que no era para estarse tranquilo por mucho tiempo en el amoroso destierro, abandonó irresponsablemente a su embarazada amante, prometiéndole sin duda amor eterno y regresar pronto. Pidió entonces su separación del servicio y se dirigió a Lima donde se distrajo y mató el tiempo dedicado a la literatura. En 1831 el general Gamarra lo nombró subprefecto de Tacna y allá se casó en julio de 1832, con doña Juana Pérez, que lo siguió en todas sus vicisitudes.

EL NACIMIENTO

Piura y Sullana, o por mejor decir Lancones, se disputan la cuna del que fuera el más grande poeta romántico del Perú, Carlos Augusto Sala­verry.

En la provincia de San Miguel de Piura, Libro 13, folio 127 aparece sentada la siguiente inscripción de bautizo:

Imagen de doña
Vicenta Ramírez

Año del Señor de mil ochocientos treinta, dieciocho de diciembre: Yo Don Miguel de la Cruz León ex licencia bauticé, puse óleo y crisma a Carlos Avelino, párvulo de quince días de nacido, hijo natural de don Felipe Santiago Salaverry y de doña Vicenta Ramírez; fueron sus padrinos don Pablo Seminario y doña Paula Godos, a quienes advertí su obligación y espiritual parentesco, y para que conste lo firmo. Miguel León y Cruz.

Don Pablo Seminario y Echandía perteneció a muy importantes familias de Piura, hermano del famoso coronel Fernando Seminario y Echandía "El Gato", fue senador y estuvo casado con Elisa Seminario y León de Alba. También la madrina era personaje de alcurnia y dinero, cuñada de don León de Lama.

Los Ramírez hacía poco compraron una casa cerca a la iglesia del Carmen en la calle Real hoy llamada Libertad en la ciudad de Piura. El sitio exacto de esa casa estaría en la plaza Merino, haciendo ángulo con la menciona­da calle Libertad y la avenida Sánchez Cerro.

Se trataba de una construcción modesta adquirida según parece en forma apurada por haber tenido necesidad la familia de trasladarse del campo a la ciudad.       .

La inscripción del bautizo supuso a los estudiosos y biógrafos de la vida del poeta dos cosas:

1.- Que Carlos Augusto nació el 4 de diciembre, ya que al ser bautizado el 18 de diciembre tenía 15 días de nacido.

2.- Que habría nacido en la ciudad de Piura, en la casa de la calle Real, lo cual estaría en contraposición con la tesis sullanera.

Hay un tercer elemento en la inscripción, y es lo referente al nombre de la que figura como Carlos Avelino; pero fue como Carlos Augusto como se le conocía en vida y con que se inmortalizó.

Para los sullaneros, los datos considerados en las inscripciones bautismales no eran precisos y en verdad eso se ha podido apreciar en documentos bautismales de muy importantes personajes. Bien pudo ser el número de días sólo un estimado, en cuyo caso el día de nacimiento seria otro y no el 4 de diciembre. Se piensan también que, en esos tiempos, las nor­mas morales y sociales eran muy rígidas y las muchachas que salían embarazadas sin estar casadas trataban de ocultar lo que llamaban "su vergüenza", y el campo era más propicio para lograrlo que la ciudad, en donde se exponían ante las miradas y comentarios curiosos y mali­ciosos de todo el mundo. Bien pudo nacer el niño -para los sullaneros- en Lancones y el viaje a Piura, se hizo sólo con la finalidad de bautizarlo y tal sacramento pudo haberle sido también impuesto por una situación de emergencia en el niño como el caso de una dolencia. Teobaldo Elías Corpancho, uno de sus biógrafos, da como fecha de su nacimiento el 4 de diciembre de 1830.

En fin, hay muchos aspectos sobre los cuales se puede especular, sin llegarse a una definición.

En la década del sesenta se produjo una polémica periodística entre dos profesores: el huancabambino, don Néstor Martos amparando la tesis del nacimiento en Piura y otro, hua­nuqueño, don Juan Ponce Vidal defendiendo la tesis del origen sullanero de Salaverry. Los dos han muerto.

Fue el escritor piurano don Rómulo León Zaldívar, quien, al hacer años antes un relato novelado del bautizo del poeta, deja libre su fértil y fecunda imaginación para relatar… como en una mañana de diciembre de 1830 una joven salía precipitadamente de su casa ubicada en la Calle Real con un niño cargado y que, al tropezar, cayó siendo ayudada por un caballero que casualmente pasaba por el lugar. Era don Pablo Seminario, con el cual se produjo una breve conversación que fue el comienzo de una sincera amistad, que convirtió a don Pablo en padrino del poeta.”

1891 – 9 de abril – 1991
Centenario del fallecimiento del poeta
CARLOS AUGUSTO SALAVERRY RAMÍREZ



Escrito de Reynaldo Moya Espinoza
publicado en la guía provincial de Sullana,
editada en julio de 1991,
bajo la dirección de la profesora Ena Ognio de Silva

 


lunes, 9 de noviembre de 2020

II.- Carlos Augusto Salaverry, LA INFANCIA

Cuando Carlos Augusto nacía, su padre se encontraba en Lima, ignorando seguramente el nacimiento de su primogénito. Luego en 1831 partió a Tacna y en julio de 1832 se casó con doña Juana Pérez de Palza e Infantas. Tres meses más tarde abandona el cargo y con su esposa se traslada a Lima donde es capturado por conspirador y confinado en el departamento de Amazonas. Fugó de ese lugar y sublevó primero a Cajamarca y más tarde a Trujillo en donde fue derrotado en la batalla de la Garita de Moche por la fuerza del general Vidal que contra él envió Gamarra.

Para eludir a Vidal que lo perseguía, Sala­verry con sólo 25 hombres tomó un barquito en las costas de Chicama y enrumbó a Paita. En Piura se encontraba el mayor José Andrés Rázuri, su ex camarada de armas, así como los coroneles José María Raygada e Ildefonso Coloma con mando de tropa. Ninguno de ellos a pesar del aprecio que sentían por Salaverry accedieron acompañarlo en la rebelión y mas bien lo notifi­caron de buena forma para que se rindiera. El caudillo rebelde logró en Paita engrosar sus fuerzas y avanzó por las riberas del rio Chira. Le salieron al encuentro Rázuri con rumbo a la Huaca y el coronel Raygada con rumbo a Sulla­na, en cuyas cercanías se produjo una escaramuza el 29 de noviembre de 1833, lo que fue suficiente para desbaratar a Salaverry. Este huyó entonces a la parte interior del valle del Chira, posiblemente buscando protección de la amada que había abandonado. Fueron en esos momentos tan angustiosos en la vida del militar rebelde que conoce a su hijo Carlos Augusto, que estaba próximo a cumplir tres años.

No se sabe que razones expondría Felipe Salaverry para convencer a Vicenta a que le entregase al niño en tan peligrosas circunstancias. Como ya lo hemos dicho, Salaverry se había casado el año anterior con Juana Pérez y esta abnegada mujer, uniendo su destino al de su inquieto esposo lo había seguido en sus andanzas y se encontraba en esos momentos en Paita. Fue posiblemente, por no abandonar a su esposa, que Felipe Santiago no cruzó la frontera del Ecuador con su hijo y continuó en La Solana en espera de mejor momento para esca­par. En esas circunstancias había llegado el general Francisco Vidal con sus fuerzas a Paita y dispuso un rastreo por todo el Valle para dar con el prófugo, sobre el cual pesaba la condena de muerte por fusilamiento donde fuera habido. No obstante que el fugitivo estaba disfrazado de campesino, fue reconocido por el sargento Bastias y llevado prisionero a Paita para ser entregado al coronel Ildefonso Coloma, jefe de estado mayor. Este militar sin tener en cuenta la orden de fusilamiento, lo escondió en su propia casa hasta poder hablar con Vidal y convencerlo de respetar la vida del prisionero a lo que acce­dió el General y decidió que fuera deportado a Panamá en el bergantín "El Dragón", todo lo cual se hizo de incognito, pues la tropa como vengan­za de tantos muertos en la Garita de Moche, pedía la muerte de Salaverry. Antes de ser embarcado, Vidal pidió a Salaverry su palabra de honor de permanecer en el lugar de sus des­tierro un tiempo sin crear problemas. Pero Sala­verry mostrándose inconsecuente con los que habían perdonado la vida y violando la promesa de honor, obligó al capitán de velero, a cambiar de dirección y dirigirse al litoral de Lambayeque. Al saber esto Vidal, montó en cólera y rápidamen­te con fuerzas de caballería atravesó el desierto de Sechura y se prestó a recibir a Felipe Santia­go tan pronto desembarcase.

Doña Juana Pérez de Palza e Infantas

Como hemos dicho, la esposa de Salaverry se encontraba en Paita y al saber el plan de Vidal, contrató a unos pescadores para tratar de dar alcance al "Dragón" que era lento, y prevenir a Salaverry. Los paiteños como auténticos herederos de las virtudes marineras de los tallanes, dieron alcance al "Dragón", y fue así como Sala­verry pudo desembarcar muchos más al sur del lugar donde lo esperaba Vidal. Por entonces ya terminaba el año 1833 y se iniciaba el año 1834 con nuevos acontecimientos políticos en Lima, pasando Salaverry a segundo plano, y con el cambio de gobierno cesar la persecución.

La historia no aclara nada. Solo cabe hacer conjeturas.

Es posible que, al ser capturado, llegase a Paita con el niño, que en cierta forma sirvió de escudo a su padre, y contribuyó con su sola presencia a que no se cumpliera la drástica orden de ser fusilado. Cabe también dentro de las suposiciones que Juana Pérez en Paita reci­biera al niño, y que el pequeñito tuviera la dura experiencia de embarcarse con la madrastra en un velero de los pescadores de Paita para dar alcance al padre.

Pero volvamos a Felipe Santiago. Cuando desembarca al sur del departamento de Lamba­yeque, el general Luis José Orbegoso había asumido el mando supremo por decisión del Congreso desde el 19 de diciembre de 1833, pero de inmediato el general Pedro Bermúdez uno de los allegados del general Gamarra, desconocía al nuevo gobernante y el 14 de enero se sublevaba. Esto causó indignación en todo el país y en diversos lugares hubo pronunciamientos en favor de Orbegoso. El infatigable Salaverry, marchó sobre Trujillo y cambiando su situación de rebelde a la de sostenedor del régimen, levantó a la ciudad norteña cuna de Orbegoso en favor del nuevo mandatario. EI 9 de junio de 1834 el presidente Orbegoso lo hace general de Brigada, cuando solo tenía 28 años de edad.

El 4 de enero de 1835 sofoca en forma casi personal la rebelión de los Castillos del Callao haciendo una represión sangrienta pues fusiló a muchos de los sublevados.

Inconstante como lo era el joven militar, a los pocos días, es decir el 22 de febrero se subleva a su vez y se proclama jefe supremo de la República.

Mientras tanto, el niño Carlos Augusto con su madrastra Juana Pérez vivía en Lima.

A partir de la asunción de Felipe Santiago Salaverry al poder, el Perú entero se ve conmovido y ensangrentado por luchas intestinas, causadas por la creación de la Confederación Perú - boliviana, hasta que llega el 7 de febrero de 1836 en que Salaverry es vencido en Arequi­pa por Santa Cruz en la batalla de Socabaya y fusilado el día 18 del mismo mes con varios de sus oficiales. De esa forma, terminó en forma truculenta y violenta, tal como había sido su vida uno de los caudillos militares de mayor importancia que ha tenido el Perú.

Antes de ser llevado ante el pelotón de fusi­lamiento, escribió dos cartas a su esposa, una el día 17 y otra el 18. En esta última le recomienda. "educa a mis hijos, cuida de ellos; tu juicio y tu talento me lo dejan esperar".

También el 18 de febrero hace su testamen­to. Entre otras cosas dice; "Nombro por mi albacea, a mi citada esposa doña Juana Pérez e Infantas, Por mi heredero a mi hijo legitimo Alejandro Augusto Salaverry Pérez, existen­te en Lima", "Declaro que tengo así mismo, con la referida esposa, otro hijo natural de cinco años e hijo de doña Vicenta Ramírez, natural de Piura y que encargo a la referida mi esposa no lo separe jamás de su lado y cuide con esmero de su educación". "Declaro que mi hijo natural ya expresa­do, tiene derecho a los bienes de su madre, pero que es mi voluntad que no se mueva del lado de mi esposa legitima aun cuando por razón de estos bienes se sucitare algún pleito".

Doña Juana Pérez de Infantas se vio precisa­da a huir a Chile y dedicarse con su familia en Valparaíso para escapar a la saña de los enemi­gos de su esposo y el desamparo, en forma tal que, a pesar de la recomendación testamentaria de Felipe Santiago, doña Juana no pudo dar instrucción al niño Carlos Augusto, salvo el de in­struirlo en las primeras letras, es decir en saber a duras penas leer y escribir.

Cuando el vendaval de las pasiones había quedado atrás, y otros hombres gobernaban el Perú, pudo retornar a la patria la viuda de Sala­verry usufructuando una modesta pensión. La familia ocupó una pequeña casa en la calle Las Piedras N° 332, la misma que tenía unos altillos que fueron reservados para Carlos Augusto.

El general Castilla lo hizo ingresar en el Ejército, como caballero cadete y fue allí, gracias a la colaboración de sus compañeros, en donde adquirió los rudimentos de la instrucción que no tuvo en escuela alguna.

Dejó la casa donde vivió por mucho también para hacer vida de cuartel. Por las noches cuando no hacía guardia y tenía que retirarse a su cuadra, el joven militar dejándose llevar por una pasión secreta que le brotaba del alma, volcaba desordenadamente en el papel, muchos versos que ocultaba considerando que tenía poco valor.

Una noche que regresaba al cuartel, se encontró con otro oficial joven, llamado Trinidad Fernández, con el cual tuvieron una larga amena conversación que giró sobre su versificación, pues Fernández era ya un poeta cuya produc­ción literaria aparecía en los diarios y era motivo de critica favorable. Quiso Fernández que Car­los Augusto escuchara algunos versos reciente­mente escritos por él y al cabo de algunos instantes, Salaverry dijo tímidamente que él tam­bién era aficionado a la versificación ante lo cual Fernández lo convenció para que al día siguien­te le mostrase algunos de sus versos. La verdad era que hasta ese momento el teniente Carlos Augusto Salaverry, no había escrito un verso completo y por lo tanto cumplir con lo ofrecido al compañero era difícil. Por eso se pasó toda la noche tratando de escribir en su cuarto del cuartel de Santa Catalina una quintilla que fue­ron las que entregó al amigo, quién mostró gran admiración por el valor literario de las mismas y las hizo publicar en "El Heraldo" con las iniciales invertidas de Carlos Augusto.

En un medio como el de Lima en donde todo el que se iniciaba en el arte de la poesía era duramente fustigado, el inicio de Salaverry fue por demás auspicioso. Eso sucedía el año 1855 y marcaba el inicio de su vida en el mundo de la poesía.

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1891 – 9 de abril – 1991
Centenario del fallecimiento del poeta
CARLOS AUGUSTO SALAVERRY RAMÍREZ




Escrito de Reynaldo Moya Espinoza 
publicado en la guía provincial de Sullana,
editada en julio de 1991,
bajo la dirección de la profesora Ena Ognio de Silva

 


domingo, 8 de noviembre de 2020

III.- Carlos Augusto Salaverry, EL MÁS GRANDE POETA ROMÁNTICO

Sus críticos han dicho que Salaverry hizo con el verso, lo que el gran Castelar con la palabra y Flamarión con la astronomía. Lo ha enriquecido esmaltándolo con los colores del iris, dándole la sonoridad e inefable de la cadencia del alma revistiendo con la púrpura aristocrática que Apolo solo brinda a los verdaderos poetas; y ha hecho por último de la estrofa, no el vehículo de vulga­res pensamientos, sino el carro diamantino de generosas ideas y nobilísimas aspiraciones, su deslumbrante espectro recorre todas las cuer­das de la lira, arrancándole cantos a Dios, a la humanidad, a la patria, a la familia y al amor y el no escribió obedeciendo a ningún sistema por­que no tuvo una cultura para ello. Poeta genial y espontáneo no circunscribe su osado vuelo en el círculo estrecho de ninguna escuela.

Canta, como han catando siempre los grandes poetas, las maravillas de la creación y los misterios del alma. En sus poesías no prevalece ni el escéptico ni el creyente, sino que simultá­neamente se ve surgir en el dilatado camino de la vida llena de fe en sus horas de prosperidad y dicha; pero también abrumado por la duda y hasta modulando el irónico vocablo del ateo, en sus noches de desgracia y desesperación infini­ta.

Dos mujeres constituyen fuente inagotable de inspiración para sus mejores versos. Ellas fueron Mercedes Felices e Ismena Torres. Con la primera se casó, pero ella lo traicionó dejando en su alma un sello perpetuo de amargura.

Posteriormente el poeta se enamoró perdi­damente de Ismena Torres, pero como era lógico suponer los padres de esta se opusieron a toda relación y enviaron a su hija a Europa.

La separación afectó grandemente al sensi­ble espíritu del poeta.

Cuando los años pasaron y su vida declinaba, y logrando la separación definitiva de Mercedes Felices se casa en París, pero de inmediato aparece los síntomas de la parálisis que años más tarde terminarían conduciéndolo a la tumba.

Salaverry incursionó en el teatro y de hecho sus primeras obras fueron de ese género asistiendo a la representación de varias de ellas y gozado grandemente con la acogida que el público le dispensaba.

Sin embargo, los críticos aseguran que salvo "Atahualpa" el resto carecían de valor.

Es posible que la comparación se haya he­cho con sus versos incomparables.

La primera obra teatral fue "Arturo" ya ella siguió "Atahualpa" en 1854. En 1857 apareció "Abel o el pescador americano" y "El bello ideal" un drama en cuatro actos. En 1859 "La escuela de las limeñas" y en 1861 "El amor y el oro".

Sus obras poéticas se refieren principalmen­te a tres libros aun cuando tuvo una gran canti­dad de versos publicados en revistas y periódi­cos de la época.

Salaverry, lado derecho

"Diamantes y Perlas" fue editado en Lima en 1869 y "Albores y Destellos" en París en 1871. En la misma ciudad "Cartas a un ángel".

En cuanto a su trayectoria militar y política, se puede anotar que en 1853 era teniente y 1855 era capitán cuando el coronel Manuel Ignacio Prado se sublevó en 1865 en Arequipa contra el tratado Vivanco Pareja, contó con la adhesión del sargento mayor Carlos Augusto Salaverry, el cual participo el año siguiente en el combate "Dos de Mayo" luego secundó a Balta contra el coronel Prado en la rebelión de Chiclayo en 1867 y en 1869 es nombrado secretario de le­gación lo que le permitió recorrer Estados Unidos, Inglaterra, Francia e Italia, siendo su residencia habitual Paris y ahí estaba cuando el presidente Manuel Pardo suprime el cargo y Carlos Augus­to queda en 1872 en la ciudad Luz sin medios de subsistencia. Sin embargo, continuaba en Fran­cia en medio de la miseria queriendo en ciertos momentos suicidarse; hasta que en 1878 retor­no al Perú. Al estallar la guerra con Chile secun­dó al presidente García Calderón en 1881, pero en 1883 retorna a Paris en donde contrae matrimonio. Es una etapa feliz pero breve de su vida, pero recorre Italia, Suiza y Alemania. Eso era en 1885 y casi al terminó del viaje aparecen los síntomas de la parálisis que seis años más tarde lo llevaría a la tumba.

Su alma siempre torturada y sensible expre­san a través de sus versos los estados cambian­tes de su espíritu. Fue el amor, una de las fuentes más importantes para su inspiración traducién­dose en unos casos en apasionadas estrofas para luego al tener que enfrentar los primeros desengaños y las crueles realidades de la vida se produce una especie de sangrante y desesperado estallido de todos sus sentimientos.

Ismena Torres una de las más grandes obsesiones de su vida, y que sin duda fue una fuente constante de versos llenos de pasión y felices unos y con una profunda dosis de amargura otros, le inspiro el siguiente soneto:

A UN RETRATO

"¡Sombra inmóvil!" Te miro a todas horas;
y nunca a verme tu semblante giras;
cuando suspiro yo, tu no suspiras
cuando mis penas lloro, tú no lloras!     

A veces, con las galas seductoras
de pureza y candor, mi musa inspiras;
más luego, al contemplar que no me miras,
rompo las cuerdas de laúd sonoras!

Si amor que nada pide, nada espera,
hacer pudiese a tu virtud agravios,
perdón pidiera a tu beldad, de hinojos;
y cuando esta ilusión conmigo muere,
tendré un suspiro de tus dulces labios
o alguna perla de tus bellos ojos!"

El Dr. Luis Alberto Sánchez en su gran obra "La literatura peruana" al referir a Salaverry como el más grande de los poetas románticos entre otras cosas dice:

"Predomina en Salaverry el tono elegiaco nadie podría negar la delicadeza la suave melancolía que imprime indudable aristocracia sus más vulgares lamentos. El recuerdo -ACUERDATE DE MI- por ejemplo, refleja muy bien esa actitud suya triste y calurosa ante la vida”:

¡Oh!, cuanto tiempo silenciosa el alma
mira en redor su soledad que aumenta
como un péndulo inmóvil, ya no cuenta
las horas que se van,
ni siente los minutos cadenciosos
al golpe igual del corazón que adora,
aspirando de la magia embriagadora
de tu amoroso afán!

Hasta aquí lo publicado por el Dr. Sánchez pero no podemos ceder a la tentación de conti­nuar el verso.

Ya no late, ni siente, ni aún respira
petrificada el alma allá en lo interno:
tu cifra en mármol con buril eterno
queda grabada en
mí!

Ni hay queja al labio ni a los ojos llanto;
muerto para el amor y la ventura,
está en tu corazón mi sepultura
y el cadáver aquí!

¡Oh! cuando vea en la desierta playa,
con mi tristeza y mi dolor a solas
el vaivén incesante de las olas
me acordaré de ti!

Cuando veas que un ave solitaria
cruza el espacio en moribundo vuelo
buscando un nido entre el mar y el cielo
¡acuérdate de mí!

Es el haber sido separado de su amada lo que arranca en Salaverry esos tristes lamentos al quedarse anclado en estas playas de Améri­ca mientras todo un océano los separa de su amada aferrándose a una última esperanza im­plora mantener el recuerdo, pero el tiempo y la distancia son los dos más grandes enemigos y cuando Ismena Torres retorna a la patria ya estaba curada de su mal de amores y se casa con Juan Antonio Noblecilla.

Ante ese nuevo golpe a Salaverry solo le queda como consuelo y refugio la poesía. Aferrándose a la imposible ya lo puramente espiri­tual exclama:

Dios te hizo para mí no es él tu dueño
sí es suyo el beso de tu dulce boca
es de tus labios, para mí el suspiro.

En febrero de 1870 estaba Carlos Augusto en Europa como adjunto a la delegación del Perú en Francia e Inglaterra. El viejo mundo lo des­lumbra y sobre todo París la ciudad Luz capital de la cultura mundial y obligado centro y meca de todos los poetas y artistas de la tierra. Por esa época aparecen dos de sus obras principales “Albores y destellos” y “Cartas a un ángel” pero en 1872 se producen graves sucesos en el Perú. El presidente Balta, protector de Salaverry deja el mando y es asesinado provocando una san­grienta reacción popular contra los hermanos Gutierrez los victimarios.

Asume entonces la presidencia, don Manuel Pardo que suprime el cargo de Salaverry y lo deja virtualmente en la calle.

Pero en 1878 en víspera de la guerra con Chile asume el poder un antiguo conocido el general Prado el cual facilita el retorno de Sala­verry al Perú en febrero de ese año.

Pero en lo físico, ya no era el poeta el hombre de antes. Los golpes de la vida le dejaron su marca indeleble y se apreciaba las huellas de una vejez prematura que se extendía también a su espíritu agobiado y cargado de desengaños.

Sus versos son entonces taciturnos y la vi­sión de la muerte se torna en una obsesión es como un hombre sin futuro.

Veamos una de las poesías melancólicas de Salaverry:

ILUSIONES

Venid a mí, sonriendo y placenteras
visiones que en mi infancia e idolatrado
¡Oh recuerdos! ¡mentiras del pasado!
¡Oh esperanzas! ¡mentiras venideras!
Ya que huyen mis lozanas primaveras
quiero ser por vosotras consolado,
en un mundo fantástico poblado
de delirios, de sombras y quimeras
Mostradme horrible la verdad desnuda
a los que roben, de su ciencia ufanos
a todo lo ideal su hermoso aliño:
pero apartadme de su estéril duda
y aunque me cubra de cabellos canos
dejadme siempre el corazón de un niño

La guerra con Chile también impactó profun­da en su espíritu. Consiente de la inferioridad militar del Perú hizo un llamado a los peruanos primero para enfrentar la guerra y más tarde la paz. Cantó a la gloria de Grau y resalta ros valores morales sobre los materiales.

En su canto a Grau se expresa de la siguiente manera:

GRAU

''Asciende hasta la historia, -le decía-
con nuevos lauros, tu nombre sella;
 menos confiado en tu propia estrella
que en tu alma de inmutable valentía”

A mi prosodia el héroe respondía: .
"Morir por nuestra patria es muerte bella;
cambiar mi vida por un triunfo de ella
será -si Dios me escucha- hazaña mía”

¡En la insólita lid colmó el deseo
de honrar su patria y de trocar su vida
por la inmortalidad del mausoleo!

Salvó el honor, perdiendo la victoria
y pensó al ver su nave destruida:
quien no espere triunfar muera con gloria.

Cayendo en la marítima celada
sin un bajel que en su defensa acuda.
sus fuegos rompe, aunque del triunfo duda.
la coraza era el todo, el valor nada.

La armadura, cual vidrio quebrantada,
la tropa ve estallar de asombro muda;
pero en la lid, desmesurada y ruda,
la enseña del Perú persiste izada.

¡Sucumbe Grau! En evidente calma,
otro envidia su muerte y se resigna
a la gloriosa herencia de aquella alma!

De su heroísmo es víctima expiatoria;
llega a todos la inmortal consigna:
quien no espere triunfar, muera con gloria.

Tras la derrota y la toma de Lima, Salaverry dio apoyo al gobierno de la Magdalena presidi­do por García Calderón hasta el destierro de este. Durante la ocupación hizo varios poemas buscando levantar patriotismo nacional en momentos en que la derrota hundía al país en la frustración y la amargura. Frente a un Perú des­truido que tras del desastre militar venía un desastre moral y perdida toda esperanza busca­ba lo poco que podría quedar de fe en las propias fuerzas espirituales de la patria no siguieran también el camino naufragio.

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1891 – 9 de abril – 1991
Centenario del fallecimiento del poeta
CARLOS AUGUSTO SALAVERRY RAMÍREZ




Escrito de Reynaldo Moya Espinoza 
publicado en la guía provincial de Sullana,
editada en julio de 1991,
bajo la dirección de la profesora Ena Ognio de Silva








viernes, 6 de noviembre de 2020

IV.- Carlos Augusto Salaverry, EL FINAL

En octubre de 1883 se firmaba el tratado de Paz de Ancón. De allí emergía un Perú sangran­te y adolorido. Una especie de Ecce Hamo. Todo estaba destruido y no se sabía por dónde empe­zar los conceptos de soberanía territorial ya no eran válidos después de la tremendas mutilacio­nes sufridas. Era una república yacente al decir de don Jorge Basadre.

¿Fue acaso ese panorama de desastre superior a lo que podía soportar un alma sensi­ble como la de Salaverry y por eso desertó?

¿O es que esperaba encontrar en la ciencia de la vieja Europa la forma de curar los males orgánicos que ya se le insinuaban?

Sea lo que fuere, en diciembre de 1883, se despedía solitariamente de los pocos amigos que tenía y desde el Callao emprendía el largo viaje que iba a ser sin retorno. Acababa de cumplir solo 53 años, pero era ya un viejo

En 1884 reverdece el amor en su vida cuan­do en el otoño de su existencia hacía su apari­ción en su ya minado organismo. Se casa con la mujer amada y empieza una feliz luna de miel recorriendo varios países de Europa. Era como el Canto del Cisne, pues estando en Alemania suspende en forma repentina el viaje, porque el insidioso mal se le presenta con fuerza. Retorna a la ciudad que tanto quiere París y allí se confina llevando una vida de invalidez hasta su muerte. Desde entonces todos sus versos son premonitorios y giran en torno a la muerte

Tienes poeta un porvenir escrito
la gloria nace al pie de la tumba
y el aura de la muerte es infinito
No! ... no detengas la orgullosa planta,
como el arroyo entre malezas, canta.

O también es la parte final de la composición titulada "Mi Poema"

¡Tú eres un sueño!... y cuando yo sucumba
bajo el peso mortal de mi poema
escrito en mi alma bajará a la tumba!

No se conoce que Carlos Augusto haya vuelto a Piura alguna vez en su vida a visitar sus familiares, a pesar de la posibilidad de tener derecho a una herencia.

Tampoco en sus versos en forma alguna se refiere a la tierra natal, que bien pudo ser una gran fuente de inspiración como lo es actual­mente para las nuevas generaciones de poetas.

Cuando cantó a la gloria de Grau lo hacía bajo la forma de un dialogo en ningún momento explota la idea de que era su paisano.

Todo lo anteriormente expuesto muestra una forma muy especial de ser, del gran poeta ro­mántico.

En la revista de literatura Artes y Ciencia llamada "Ilustraciones Americanas" N° 21 de fecha 1 de mayo de 1891, aparece en la portada, llenándola totalmente, un retrato de Carlos Au­gusto Salaverry su biografía, escrita por uno de los poetas románticos de esa época Teobaldo Elías Corpancho, con fecha de 23 de abril, narrando la forma cómo Carlos Augusto se inició por los caminos de la poesía. El biógrafo da a conocer un poema hecho por Salaverry a la mujer llamada María a la que considera su verdadera madre. Por lo tanto, no es para el poeta Vicenta Ramírez su madre, que después de todo renunció a ese derecho y a esa obliga­ción, ni tampoco Juana Pérez la madrastra viuda del general Felipe Santiago Salaverry sino una desconocida María, que posiblemente pertene­cía al entorno de la familia del extinto militar.

Los restos de Salaverry en dirección 
al cementerio "San José" de Sullana

Decía Elías Corpancho al terminar su biografía que Carlos Augusto yacía enfermo del cuerpo y del alma esperando como Bécquer el sueño de la tumba para ser querido y honrado por su patria.

Muy lejos estaba Corpancho de imaginar, que Carlos Augusto había muerto el 9 de abril de ese año.

Por esos días, intensas lluvias inundaban el departamento de Piura haciendo desbordar ríos y quebradas. El día 7 el río de Piura había arrastrado un gran caudal y destruido el puente construido con el legado del pintor Ignacio Meri­no. El F.C. de Paita a Sullana quedó cortado y la quebrada irrumpió por los suburbios de la capi­tal distrital que por entonces era Sullana, conocido hoy como “canal vía”, con la misma furia que lo hiciera más tarde en 1925 y 1983. En Lancones, ubicado en la cordillera de Amotape y la Brea que servía de contención a nubes cargadas de agua, las lluvias eran particularmente intensas.

En 1964 era alcalde de Sullana elegido por voto popular don Gustavo Moya Espinoza y uno de los diputados por el departamento de Piura el don Luis Carnero Checa se coordinaron gestiones para lograr la repatriación de los restos del poeta, siendo el primer trabajo ubicarlos en París.

Se supo que estaba enterrado en el cemen­terio Du Pere Lachaíse, uno de los tantos exis­tentes en pleno centro de la ciudad Luz, pero que iba a ser arrasado pera abrir calles y avenidas sobre él de tal manera que los restos no reclama­dos iban a parar en un osario común. El mencionado camposanto se encontraba flanqueado por las avenidas Felipe Augusto y Gambetta.

Por el mencionado año cada diputado de nuestro parlamento disponía de una suma para que libremente invirtiera en favor de su pueblo. Se llamaba inicia­tivas parlamentarias.

El diputado Carnero Checa que era piurano de nacimiento, pero sullanero de corazón, dispu­so que con sus iniciativas parlamentarias se construyera un mausoleo de mármol a la entra­da del cementerio de Sullana, que fue obra del escultor Agurto. Para el pueblo de Lancones se adquirió un busto, que ahora se encuentra en el nuevo Lancones.

En Francia la representación diplomática pe­ruana tomó mucho interés y las autoridades de ese país proporcionaron toda clase de facilidades primero, para la exhumación de los restos y luego, para el traslado. Sobre esto último se dio el siguiente documento, en París que traducimos.

República Francesa
Prefectura de Policía
Dirección de Higiene y de Seguridad Pública Oficina de Higiene
Paris 30 de junio de 1964
N° 2296

El Prefecto de Policía invita a las autoridades civiles y a los agentes de la Fuerza Pública a dejar pasar libremente el cuerpo del Señor Carlos Augusto Salaverry.

Fallecido el 9 de abril de 1891 Llevado de París - Francia a Lima - Perú para ser inhumado.

Por el prefecto de Policía
El director de la Higiene y Seguridad Pública
En el documento hay una observación más que dice:

Justifica esta autorización al señor Comisario Oficial, que deberá de trasmitir inmedia­tamente a la Prefectura de policía el proceso verbal del pase.

El documento tiene dos sellos de la prefectura de Policia de Paris.

Hay una anotación al margen con fecha 10 de julio de 1964 que parece ser un cargo firmado por un funcionario de la embajada peruana, Rey de Castro, por la exhumación del cadáver.

Este documento y otros fueron obsequiados por el diputado Carnero Checa al alcalde Gustavo Moya con otros que a su vez prestó al Sr. Guiller­mo Cardó para preparar el libro "Así es Sullana" .

Los restos de Salaverry llegaron al Perú en una urna y de Lima fueron transportados en avión militar y en elegante féretro a Piura desde donde en larga caravana de vehículos se le tributaron honras fúnebres en la municipalidad de Sullana. Podríamos resumir la vida del poeta como un paréntesis que se abre en Sullana al nacer y que se cierra también en Sullana como lugar defini­tivo de su tumba. En medio de esos dos paréntesis transcurrió la vida atormentada trashuman­te y fecunda del poeta.

Enlaces

 

1891 – 9 de abril – 1991
Centenario del fallecimiento del poeta
CARLOS AUGUSTO SALAVERRY RAMÍREZ




Escrito de Reynaldo Moya Espinoza 
publicado en la guía provincial de Sullana,
editada en julio de 1991,
bajo la dirección de la profesora Ena Ognio de Silva